Un hombre y un rosal.
Era una mañana de septiembre, la
incertidumbre crecía y la presión era demasiada para un joven de tan solo
dieciocho años que quería comerse al mundo y quería cumplir sus sueños sin
contratiempos, pero la sorpresa emprendía la traviesa rebeldía que provocaría
la huida más acertada en la historia de este joven.
Tomo su maleta aquella que estaba
bordada con su nombre en todo su esplendor, guardo el par de zapatos que lo
acompañaban desde hace tiempo y la ropa impregnada de días lleno de altibajos,
en él estaba naciendo el sentido de no ser responsable de las situaciones que
tenían que atender otros, todavía quedaban restos de la guerra de mentiras y
huella de los errores cometidos eso se traducía en un vidrio roto, en un jardín
maltratado y lo único que sobrevivía sin apenarse de nada era un rosal que era
tan grande como la decisión de aquella mañana.
En aquel escape los pensamientos
eran ambiguos y las emociones eran de
coraje y de irreverencia, atrás quedarían las tardes de sonrisas adolescentes,
de una dictadura que una mujer fue tejiendo con sus acciones implantando una
imagen de rey donde no hubo, donde el supuesto amor desterró a los retoños cambiando el panorama de cada uno de los
personajes.
En la vida de cada individuo
siempre hay personas sagradas, esas que están en el máximo altar, esas esencias que son intocables, pero que pasa si con el
tiempo este templo sufre incendios, sismos, ataques rebeldes y aquel altar
termina cayendo sin remedio y sin posibilidad de salvación,
ese derrumbe provocado por las malas acciones, el oportunismo, el descaro, el
cinismo, el desconocer la palabra gratitud, todo se acumula hasta que
irremediablemente llega la destrucción.
El rosal sigue floreciendo hasta
la fecha con la esperanza que la paz reine aquel jardín y que aquellas manos ahora maduras
hagan que la tierra sea fértil con el aprendizaje del aquel hombre que ha aprendido lo suficiente
para que todo sea diferente, pero no podrá ser porque el hombre está perdido en la ciudad de interrogantes y
respuestas, está inmerso en la
intensidad del tiempo y la razón
insaciable del presente. El hombre sigue escribiendo sin miedo, incomodando a
los que gobiernan cada jardín, a los que buscan ser las víctimas y que son
simples victimarios de sus cuentos, que son protagonistas de sus ilusas ideas y
que buscan el método para envenenar las buenas intenciones.
El rosal se encuentra atrapado en
un mundo de lágrimas y pesares, sus hojas caen pidiendo ayuda, las espinas son
testigos de las ruinas del amor más puro, las rosas que cumplen su ciclo no
quieren regresar para sentir la zozobra y hostilidad. El hombre tampoco
volverá a salvar al rosal, porque él
está en la lucha más privilegiada, él está
valorando cada instante, no puede parar porque está a contrarreloj.
Hombre y rosal singularidades de
un mundo plural, separados por diluvios y por intrigas, por personajes que dan
lugar a otros sin merecerlo, Al final los dos seres vivos siguen
produciendo belleza y genialidad, marcando la pauta para causar emociones y
sentimientos que perduren por siempre en
el corazón que los conozca.
Comentarios
Publicar un comentario