Perros negros.
Soñé que una jauría no
quería soltar aquel hueso que era símbolo de discordias.
Fue una noche donde
el insomnio me hizo compañía después de despertar sudado y con un poco de temor,
observar a los miles de conejos destazados por las fuertes mandíbulas de esos
perros hambrientos, me dejo asustado y con una impresión difícil de borrar. Las
entrañas por todos lados, ese olor indescriptible y el ladrar perturbador
hicieron de mi cuerpo un manojo de miedos.
Perros que buscaban
que comer. Yo trepado en un árbol observaba aquella escena horrorosa y lamentable,
trataba de ahuyentar a los feroces animales que solo acechaban la serenidad que
me quedaba. Tiernos conejos han quedado regados por todos lados, destripados y
con un aspecto desagradable y siniestro. Recuerdo que logre bajar del árbol y corrí,
mientras un sinfín de abejas pegaban en mi rostro alebrestadas por el
movimiento de mi desesperación, la angustia se multiplico al pensar que esos aguijones
podían provocar un envenenamiento mientras las mordidas letales me podían dejar
desfigurado y sin oportunidad de escapar.
Después una tenue
voz me despertó de aquel sueño implacable que dejo mi ritmo cardíaco a niveles desastrosos,
no comprendía porque estaba en ese bosque, con una densa niebla, solo,
caminando sin rumbo. Trato de recordar y en mis intentos de lucidez viene a la
mente un lago, unos patos negros, zumbidos extraños y gritos de júbilo. De repente
aparecieron los perros y un ciento de conejos blancos que brincaban sin dirección
mientras la bravura de los sabuesos hacían
su cometido con aquellos diminutos ejemplares.
Tomo el periódico y
al leerlo vuelven a mí las escenas de ese sueño y asemejo la realidad con esos
instantes en donde mi mente construía algo fuera de este mundo y que no tiene
una explicación, pienso en los gritos de júbilo y comprendo que algo se
festejaba mientras el horror trascendía con los ojos abiertos y cerrados. Las
abejas quizá eran los opositores esperando atacar con argumentos letales, los
conejos parece que son los crédulos y los perros aun nos les encuentro razón pero
mi lógica me lleva a tener conclusiones complicadas de expresar pero que la mayoría
piensa.
La voz pudo ser de
alguien que no quería que continuara la masacre en mis horas de descanso. El
insomnio en esa ocasión fue mi mejor acompañante para calmarme y digerir esos
minutos de locura inevitable que me traslado a un gran banquete de adrenalina y
suspenso. Que sueño tan más atroz y repugnante como la realidad que nos
persigue y que tantos ignoran pero exigen haciendo de esto un mal chiste.
Perros negros son
mis pensamientos más obscuros que detonan en un escalofriante absurdo y
suministra anestesia para que el dolor no doblegue mi intención más solemne y
bondadosa, mientras observo una parvada de seres multicolor que se reunirán cuantas
veces sea necesario para seguir siendo libres, aunque la jauría no tenga compasión
de denostar la ternura, la compasión y la empatía de seres con voluntades de
debates profundos y posibles soluciones.
Todos los pliegues
de mi cama están ocupados por mi estorboso cuerpo y no hay lugar para que las
maldiciones que piensas me provoquen un malestar mayúsculo como el que te
carcome la existencia, por saber si eres parte de la jauría o de la parvada o
simplemente eres una bruma pasajera.
Hay días que nos darán
las respuestas porque para todo hay un tiempo establecido, hay noches que habrán
sueños complejos con ladridos ensordecedores y enredaderas con intensas
conclusiones, solo nos quedaremos esperando a que el veneno de la abeja se
segregue en aquel tejido que se ira descomponiendo, al paso de los condenados
perros, el piar de los osados y el desesperado chillar de los tiernos espías y
mensajeros.
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