El gemebundo masoquista.


Para algunos es una barbarie, para otros es un paraíso inconmensurable. Te peinas con una dedicación imponente pareciera fueras a la alfombra roja de unos premios muy esperados, pero la realidad es que vas a transitar por la urbe que contiene miles de cuestionamientos atados a bombas de tiempo ideológicas y políticas.

Muchos deciden no hablar de esos temas escabrosos en las reuniones porque son una profunda tristeza pero inevitablemente se tienen que debatir porque el futuro está en riesgo y eso se percibe a simple vista, no se puede optar por la huida temerosa, todo se tiene que afrontar con una sutileza franca y nula arrogancia. Las calles siguen con su vida cotidiana, ruidos de motores acelerados, gritos de la vendimia, tacones con paso firme, es un bullicio que tiene una sorprendente calidad ensordecedora.

El semáforo está en rojo y ves las caras largas de los conductores, parecen que les ha pasado una aplanadora, pero ellos han elegido la comodidad y evitar mezclarse con los otros que son tan iguales aunque no sufran lo mismo, es una ironía descarada que se fecunda en cada esquina sin encontrar cura ante lo lastimoso que parece ser. Las noticias que se leen en los encabezados de los periódicos son cuestiones inverosímiles que muchos replican con esa furia y coraje pero solo queda en eso porque no hacen nada por propiciar la diferencia.

Este país esta atiborrado de miedo el cual se refleja en la ira incontrolable y así hemos llegado a la violencia en todos los sentidos, no se afrontan los temores y estos crecen y después la mayoría espera que alguien llegue y los resuelva, pero nadie los resuelve, cada quien hace lo que le corresponde cuando quizá  se puede hacer más, hay quien desmerita los logros de los demás, hay quien vive en plena paranoia como si él fuera el único ser vivo de este planeta, hay quien come, desayuna y cena discrepancia porque quizá tiene muchos conflictos que apaciguar y la salida más fácil es estar en todo menos en su centro.

Cuando llegan las tragedias todos buscan a los culpables cuando deberíamos reservar todas las energías para buscar el origen,  pero de esta manera la memoria corta se alimenta dejando que el tiempo avance, sin considerar las enmiendas correspondientes, la sociedad se está muriendo con tan poco cuando hay muchas cosas que estimar para seguir respirando entre densas masas y obscuros capítulos.

Todos voltean a ver al gemebundo que está ahí enclaustrado en aquella silla llena de clavos pero prefiere la comodidad antes de evitar el grotesco dolor que le producen las finas pintas de aquellos artefactos. En ocasiones por sentir cierta felicidad hay quien no se quita de tan angustiosa situación, se transforma en un masoquista con alto umbral al dolor. Se escuchan tantos gemidos pero no se planea una solución para callarlos y que de alguna manera sean risas.

La pereza está llegando al extremo, nadie mueve ni un solo dedo mientras los canallas hacen del hervor una deliciosa simpatía, que a muchos convence y a otros aleja de la inminente metamorfosis que una república sufrirá mientras todos ocultan sus intereses en cajas fuertes y solo esperan el destello que indique que deben de correr, que tortura tan ruin cuando todavía hay unos minutos para cambiar el trayecto, pero demasiados no quieren tomar el riesgo porque saben que no habrá placer que los haga volar al infinito y más allá, es aquí cuando el sentido común se hace presente y la tontería ya no es parte del menú, es cuando todos quieren devorar un poco de valentía y tener una mordaza para evitar ese gemido que viene después del suspiro final.


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