Debo ir a alimentar a los caimanes.
Las condiciones no
son las prudentes, pero las aceptas para continuar en la batalla. Esa sensación
arenosa recorre todo mi cuerpo y la comezón es tanta que reacciono de forma violenta
haciendo movimientos extraños para calmar tan inusual picazón. Corrí algunos kilómetros entre los arbustos y
me adentre en puntos que desconocía, me siento exhausto y no pretendo
levantarme de este rincón donde la sombra me consiente, necesito concentrarme
en como regresar a todos esos escenarios que manifesté y ninguno se ha hecho
realidad, me adelante y ahora sufro las consecuencias.
Ese vendaval me sometía
a situaciones extremas, entorpecía mi travesía y tenia que buscar un sostén,
una forma de no salir dañado, eran vientos extraordinarios que me provocaban
una reflexión y me hacían entender que tan frágil soy. Como me gustaría inventar
culpables, pero eso sería irresponsable e insensato, ahora debo atenerme a la
realidad que profundiza en mi estado anímico, quisiera disponer de unos minutos
para pensar, pero no hay que esperar, se debe continuar en esta razón sacudida
y maltratada. No bastará con regresar, tendré que recomponer la estrategia y educar
a mis sentidos, será una manera de aprender para retomar las riendas del
destino.
La horda voraz está esperándome
para juzgarme y envenenar lo que he recorrido. Sus miradas serán golpes
certeros, señal de una calamidad alucinante que se mantendrá por largos días. Buscare
la forma de relatar mi experiencia con mesura y heroísmo, sacare mi sofisticado
disfraz de plenitud y de risas infinitas, no diré que partes me duelen y caminare
tan firme como pueda, esperare a que las verdaderas noticias lleguen para
escapar de una forma intrépida y así desprenderme de lo que estorba. Serán días
de reacciones reservadas y será la pauta para vestirme una vez mas de guerrero.
Todo es producto de
mi imaginación, mientras camino de un lado a otro en esta habitación de cuatro
por cuatro, mirando con angustia la bicicleta que espera mi arrebato para salir
a buscar un poco de adrenalina, pero trato de calmarme, porque conozco mi
delirio y tengo presente como la destructiva ansiedad descompone lo maravilloso,
mis esfuerzos por estar en medio de la serenidad, no deben de terminar
simplemente por el deseo de salir corriendo, no quiero, me resisto, aunque debo
ir a alimentar a los caimanes y saludar a los elefantes, necesito ir a la
jungla que con tanta discordia he convertido en un segundo hogar. Los pandas me
estarán esperando para jugar y los monos me tendrán preparado un festín,
mientras las hormigas extienden la alfombra roja y los quetzales componen una melodía
de triunfo especialmente para recibir a lo que queda de su leal amigo.
El sol ha requemado
mi conciencia y las bebidas embriagantes han destruido lo que en sobriedad he
fabricado, me dejo llevar por el viento que retoma fuerza, siento como mis
huesos se van quebrando y que soy tan ligero como cuando cometo imprudencias. Mis
fuerzas son absurdas ante el monstruoso panorama, tengo la impresión de que una
lengua gigantesca me aplastara y mis ojos se desorbitan por la brusquedad de
los horrendos movimientos. Comienzo a insultar al creador de este sueño
irreverente, intento zafarme de las garras de este animal, pido ayuda, me
revuelco para encontrar la salida y lo que hallo es un espinoso maletín lleno
de arena que me salva de la fuerte tormenta, escapo por enésima vez y corro sin
rumbo.
Así son todas mis noches,
no quiero cerrar los ojos, no pretendo descansar. Aquella historieta de todos
mis miedos me espera para hacerme trizas y asustarme. No quiero encontrarme una
vez mas en esa turbulencia y poner a prueba toda mi destreza.
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