La osamenta.
La osamenta del
pasado esta ahí frágil entre la tierra y los escombros que todavía quedan después
del impacto recibido y de lo que el viento me conto con cierta inspiración dolorosa
ante lo evidente de lo que la imaginación forjaba. Si, ahí estaba reteniendo las
lagrimas que me desnudaban ante la tormenta que hacía que despegara los pies
del suelo, no encontraba consuelo ni rastro de una posibilidad de silencio. La osamenta
se movía al compás de la excavadora y de los hombres que sorprendidos no entendían
lo que estaban haciendo. Observaba
temeroso y no comprendía toda esa nostalgia que me invadía, quizá esos huesos
me entumecían la razón, era un simple desconocido haciéndose polvo, pero era un
descubrimiento sorprendente que ahí existiera un esqueleto, era una curiosidad
cumplida de los arrebatos del presente y mi loco futuro.
Nadie reporto el
hallazgo, muchos vieron que ahí estaba esperando ser rescatada un alma atrapada,
siguieron llevándose los motones de tierra, era urgente terminar y comenzar la construcción
de lo que sería un teatro, un circo, un centro de espectáculos. Cada noche
despierto cubierto de una sensación extraña, el sudor me impulsa a exagerar en
mis visiones y el recuerdo de aquella imagen no me deja descansar. ¿De quién sería
esa osamenta? ¿Qué estaría haciendo en ese lugar? Las preguntas me atosigan, me
envenenan lo poco que me queda de tranquilidad, estoy en una oscuridad que arde
y quema sin que nadie se de cuenta. Quizá fue una de mis tantas incoherencias y
solo yo vi que se movía y que intentaba levantarse, puede que signifique que
algo debo de remover en mi y sentirme libre, que debo practicar mis
habilidades, estar feliz por mis capacidades y equilibrar mis vivencias.
Tantos muertos están
en nuestro pecho y no nos damos cuenta. Vivimos de prisa y no reflexionamos, evitamos
el miedo, el cuestionamiento cruel, nos ofendemos como mecanismo de defensa, nos
aturde que los otros hablen en un bullicio inconsciente, solo aparecen cuando
conviene y saludan porque no les queda de otra. Tanta ironía en un cumulo de
actitudes diversas, esas que se pierden en el tiempo y se quedan esperando que
las hurguen como si fueran un tesoro.
Quizá yo sea la
osamenta. Soy ese vestigio perdido de mis andanzas más intrépidas e
incontables, me estoy descubriendo en una serie de oportunidades épicas que
radican en decisiones multiplicadas en organización, bondad y nuevos comienzos.
Es una manera de trascender a otras perspectivas, salvándome de un lago de emociones
entrelazadas en respuestas contradictorias, dolorosas y sarcásticas, el
encontrarme en ese sitio, lleno de tierra, de pasado, de historias
impredecibles y de momentos que nadie me arrebatara me tienen pensando. Me lo
he imaginado, esos huesos que formaban una catrina enterrada, era yo pidiendo
un poco de vida, un respirar de alguien que no quiere seguir, una anécdota mal
contada, una pagina arrugada en medio de una lectura emocionante, nadie lo
reporto porque fui yo el único ser que vio el descubrir de una posibilidad, alguien
susurro la petición incontrolable de dejarme ir entre lo que fue mi equilibrio
corporal, revuelto en el lodo, en la introspección del suelo pisado una y otra
vez.
El llanto del olvido
esta en la antesala y ruega por no salir a escena, tiene pavor de que todos se rían
de la miserable apariencia que luce, ahí estaré mirando como espectador y seré
prudente en mis juicios, porque sé que algunos de mis restos descansan unos
metros abajo, siendo el fantasma que apaga las luces en el ahora idolatrado
lugar, seré lo que tenga que ser con tal de que eso quede ahí como abono y esperar
de que algo brote en forma de tentación por querer vivir, ser mas que huesos,
ser parte de lo que has amado.
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