Te sigues rascando la panza.

 

El ardor estremece todo mi ser al saber que no tienes prioridad por entretenerte en lo que es realidad. Te interesan otras cosas sin continuidad, no quieres perseverar en nuestros planes, decides ignorar y después te cuestionas sin remedio, así las horas van pasando sin temor a la equivocación. Miras el reloj, escuchas el mensaje, te acomodas, te rascas la inmensa panza y das un sorbo al vaso con licuado, la pereza se ha convertido en una vacilada eterna que te hace reír de vez en cuando.

Mientras busco aquella receta por todos los rincones, quiero saber los ingredientes con exactitud y no está por ningún lado, es una broma macabra que el destino me juega, es un testimonio a mi complejidad y a lo ridículo que es necesitar algo para sentirse feliz. No se halla nada en este lugar donde parece que un tornado a traspasado toda la armonía, cientos de papeles invaden el suelo, son esas cartas de amor y de seducción que tanto he aborrecido, tampoco encuentro como decir todo lo que siento, la tinta es una maldad entre mis dedos, un agobio que termina cada vez que llega el atardecer para pensar que un día más se esta muriendo.

Sigues escuchando como el segundero va marcando una pauta, es una oda a la indiferencia. Realmente no te importa lo que pasa en mi vida, solo quieres reconstruir lo que para ti es felicidad, dando ciertos impulsos de amor en mensajes que son un bosquejo de pasado y futuro. No comprendes nada cuando estas en medio de una batalla de episodios crueles y párrafos ambiguos, no sabes que hacer, ni para que hacerlo. Ya ardo por completo al saber que no tienes la intención de caminar hacia el fuego que me envuelve, no quieres quemarte, porque ya has estado herido y tus ganas son pocas y tus ilusiones bastas.

Sin la receta no habrá celebración. Los invitados tendrán que comer soberbia e ingratitud, que se alcoholicen con discursos de conquista baratos y que se abstengan de vomitar injurias. No se invertirá en una fiesta donde todos ven por sus intereses y dejan sin brillo el verdadero motivo que es enaltecer la flojera con los que muchos actúan ante lo relevante y significativo, esa calma asquerosa y esa somnolencia feroz que solo desgarra las buenas voluntades, todos intentan esconder esa parte maldosa que tanto los hace prevalecer en un mundo de poderes y privilegios.

Esa actitud retadora, intriga mi subconsciente todas las noches escapando por pesadillas irónicas y escenas abrumadoras, mientras tu te sigues rascando la panza como si todo lo toleraras, vaya imagen tan audaz la que veo como tus dedos se mueven al ritmo de lo inerte. Mis ojeras hacen un homenaje puntual a lo que desagradable que es vivir en medio de pillos y cautivadores falsos, de esos que se dicen ocupados y no lo están, de todos esos que quieren hacer y dejan a medias, de esos que prometen como si eso fuera una salvación.

El ardor ha terminado con todo a su paso. Solo quedan los esqueletos de los que fueron seres de altos rangos, de altos sueños, de palabras precisas, esos que se creían dueños de su vida y la perdieron por perseguir monstruos inventados, se tomaron tan en serio el guion, que ignoraron los llamados de auxilio de los que necesitaban un abrazo. La pereza se fue acumulando en esa panza y exploto dejando tragedias y calamidades que ahora un batallón intenta limpiar para seguir adelante y no restringir lo humano y lo poético que es respirar entre manjares y objetivos inmensos.

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