Los pájaros.
Aquel pájaro asustado entra todos los días por la ventana, presiento que me
quiere decir algo, así como entra busca la salida, se detiene en los muebles y después
huye, al principio me confundía, ahora es un huésped que recurre a mis
palabras, a mis preguntas y se va, es una presencia que me alegra y que en
ocasiones me llena de incertidumbre, es una señal precisa a las emociones que
se agitan en medio de los recuerdos y las perspectivas rígidas de los demás. Quizá
solo busca alimento, su necesidad de explorar lo trae por accidente a mi
presencia, intento resolver el misterio con suposiciones obvias, pero la visita
es persistente y me inquieta, pero no me causa intranquilidad.
Un pájaro es un símbolo de libertad, alegría, de inspiración para soñar a
lo grande, su nerviosismo es inminente, pero cuando nos reconocemos es un juego
que nos vuelve cómplices, son segundos los que dura el intercambio de miradas,
son efímeros instantes de seducción y conexión, es algo que nos envuelve en lo
inexplicable y nos avienta al callejón de las interrogantes, al espacio de incredulidad,
al comienzo de un despertar incesante que parece no se detendrá.
Una diminuta criatura con alas y plumas hace que las mañanas sean
agradables, sean ese sitio de divulgación nostálgica y de fe desempolvada, creo
que las personas no entenderían esa magia que de repente llega, hace su acto y después
se marcha dejando un rastro de verdades inamovibles, es una cita con las
esencias que han trascendido, es un poco de locura traducida a lo palpable, es
una esperanza desbordada en esbozos de un nutrido recordatorio de paz.
Mientras mi encuentro se suscita, allá afuera hay gritos desesperados, hay
peleas innecesarias, hay quejas exageradas, hay infelicidad disimulada con amor
falso, hay opulencia que solo manifiesta poder superfluo, compresión olvidada, vínculos
tóxicos, palabras malintencionadas, gestos grotescos, actitudes inmaduras,
reacciones crueles, decisiones apresuradas y lágrimas de dudosa procedencia, todo
esta en un ambiente roto, en una atmosfera contaminada, en recovecos descompuestos,
en ilusiones ingratas, ahí está ese pequeño ser alado invitándome a emerger, a
simpatizar con aquel que tiene según una vida perfecta, a darme cuenta que somos
tan microscópicos, que los detalles mínimos también cuentan y que las excusas
con cadenas, ahí está el pájaro que cumple su ritual travieso al entrar por esa
ventana y que me conmueve de forma magistral, mientras las vida se nos va en tonterías,
en calamidades, en disgustos y en sofisticadas tentaciones culinarias.
La rudeza con la que en ocasiones vemos la vida es la que arrolla todo lo que
con esfuerzo hemos construido, somos tan testarudos que no nos damos cuenta,
porque nos aferramos a la jaula del pasado, de las creencias obsoletas, de las
razones fracturadas, tenemos miedo a convertirnos en pájaros, nos espanta que
el cambio nos arrastre y descubramos que hay algo más allá. Entonces pienso que
ese pájaro que merodea mi existencia es una energía fuerte, que tiene una
encomienda en mi camino y que tiene un nombre genuino, eso quiero sentir cada
vez que llega y revolotea con singular alegría, eso quiero, porque es una
fuente de historias con un significado divino.
Quiero creer que es una visita programada para que sonría y hable con cierta
fluidez, de gracias al tiempo que me corresponde, me sienta con cierta disposición
a descifrar lo que la naturaleza quiere decir. Quiero ser imprudente e imaginar
que mis brazos son unas enormes alas y salir a darme un ligero paseo y entrar
por una ventana para reanimar a alguien que este cabizbajo, darle certeza,
entregarle un breve mensaje, esa es la misión de los pájaros y hoy quiero ser
uno de ellos.
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