La masacre de tus despertares.
El reconocimiento es muy complicado de expresar, muchos lo callan, no
quieren aceptar que es lo que los hace sentir bien o mal, viven entre las
sombras de lo que pareciera un camino frutífero y generoso, pero en el fondo se
sienten rechazados, olvidados e ignorados, no son reconocidos ni por respirar,
parecen estatuas que cambian de posición cada vez que las condiciones se
distraen y hay algo que destacar de forma superflua.
Que difícil es reconocer el buen paso del otro se prefiere reclamar todo lo
que no se ha conseguido en vez de disfrutar lo que ya se tiene, no puedes
reconocer que el florecer tiene un impulso en que sales beneficiado, decides sacar
las tijeras y cortar de tajo el momento de grandeza, no quieres festejar, solo
te cuestionas que si es merecido o no. En aquellas tardes de crisis discutes
con la soledad y repartes calamidades al por mayor y a quien se deje, no te
importa hacer sentir mal a las personas, crees que con una mínima disculpa desaparecerá
ese malestar, apuestas al amor, que según es una especie de monumento intacto.
La ironía llega cuando tampoco reconocemos los malos momentos y los dejamos
fluir como si se tratara de una melodía ambigua y triste, pensamos que entre más
rápido pase es señal de que el cielo se despejara y en ocasiones los nubarrones
persisten por la simple razones de que debemos aprender algo. Nos encanta
evitar el reconocimiento y este se desempolva cuando la tragedia llega, cuando
la perdida se presenta, cuando sentimos que nada volverá hacer igual, es ahí cuando
reconocemos el lado amable de las personas o de las circunstancias y nos
arrojamos al halago meloso y exagerado. Hasta el momento del parteaguas alzamos
la voz para enumerar las virtudes y desechar las defectos y a decir verdad el
no reconocer trae como consecuencia la ruptura, el desacuerdo y la tonta competencia.
Ahora que estas leyendo esto toma la iniciativa de reconocer tus puntos débiles
y los fuertes, date a la tarea de explorar esos caminos que has cerrado por
conveniencia, por no sentir la bruma, por pasar desapercibido ante el dolor,
reconoce que tan bueno eres, saca a flote tus habilidades para sobrevivir en
este mundo plagado de poses y actitudes despectivas, reconoce lo valioso y
especial que eres. Es momento de imaginar una ceremonia donde el protagonista
seas tu y el premio mayor te corresponda, cierra los ojos siente ese momento irrepetible
y dosifícalo en todos los contextos que vives, has el ejercicio de ser vulnerable,
de atreverte a decir las cosas de frente y deja atrás las indirectas, muestra
ese talento que tienes para la irreverencia y el comprender la humildad como un
gesto de empatía.
Ojalá hagas el ejercicio y ya después vuelves al mundo que construyes con
elogios, mentiras, desilusiones, felicidad efímera, gozo endeble y oscuros
secretos. Piérdete en el manglar de tus advertencias, de tus pesadillas, de tus
dilemas, refúgiate en esos pasadizos trágicos, discursos indecorosos y
contenidos basura, en verdad reconoce que estas sumergido en un espacio donde
solo flotas para dejarte llevar por la inercia de los que mueven los hilos. Reconoce
que eres parte de un sistema adherido a ideologías diversas y pesadas, pero a
su vez reconoce que hay gente brillante y que tiene claro lo que quiere, analiza
que posibilidades hay de que las perspectivas cambien y tus expectativas mueran
de manera puntual.
Reconoce la masacre de tus despertares y ve modificando tus quejas por
racimos de agradecimiento, reconoce que eres único y que en un rato no serás el
mismo de antes. Quizá alguien te reconozca y te descubras como realmente eres,
es ahí donde ocurrirá el giro que tanto anhelas.
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