Salvajes.

 

Ni con la pandemia aquellos ablandaron sus sentimientos. Siguen siendo los mismos frívolos, egoístas, prepotentes, inhumanos y soberbios, se mantiene en la línea de señalar lo que para ellos esta fuera de lugar y lo que no cabe en su contenedor de expectativas, siguen hiriendo con comentarios inoportunos y trasmitiendo indiferencia.

Mientras se dedican a hurgar en la vida de otros, su vida es una catástrofe, es una pared llena de apariencias y dichos clasistas, la elocuencia no es su mejor aliada y fingen ser generosos con mensajes que mutilan las buenas intenciones, son vándalos sueltos en busca de retribución y reconocimiento, son esos sujetos que no se lamentan por el dolor ajeno, huyen de los cuestionamientos y se meten en una coraza llena de fantasías. Son los que se ponen títulos inexistes y son sometidos en sus guaridas, ignorados, rechazados, burlados, son aquellos que no son tomados en cuenta en lo que dicen ser su reino.

Fueron parte de la lista de enfermos, pasaron por la terrible experiencia, conocieron las incidencias de la pandemia y no aprendieron, no quisieron cambiar, se estancaron, se pusieron en pausa y cuando la desgracia paso salieron con prisa para acabarse lo que quedo del mundo devastado, retomaron las fuerzas para pisotear, para justificarse, para darse golpes de pecho, para sobresalir no importando el costo, se dejaron llevar por la arrogancia, permitieron que sus heridas se abrieran más y quedaran expuestas, revelaron su verdadera esencia de obscuridad y dureza.

Los ves desplegando las alfombras cuando ven oportunidad de sacar provecho, son unos gandallas sin corazón, sin estabilidad espiritual, sin inteligencia emocional, son aquellos que quieren ser los primeros cuando en sus actitudes son los últimos. No hay remedio para los monstruos que se escaparon y siguen condenando sin contemplaciones, siguen poniendo el pie y clavando el puñal en esos seres que solo caminan con la finalidad de ser felices.

La maldad se instalo en sus ambiciones, en sus intereses, en sus creencias, quedaron vacíos, la intemperie los está oxidando, no se dan cuenta y persiguen sus anhelos con esa inestabilidad que cargan por todos lados. No tienen un significado exacto de fe y de vez en cuando se les escucha decir la palabra suerte, simplemente se dedican a descalificar y a culpar al pasado de la situación del presente. Engañan porque se creen astutos, insultan porque su lengua es larga y venenosa, se aparecen cuando la fiesta no les cuesta y se van para no cooperar, así son esos incongruentes entes que se la pasan vagando en busca de compañía y no recuerdan que también tiene amor propio.

La pandemia los dejo en evidencia y después de cinco años ahí están amagando con la insensatez que alimentan, ahí están conservando sus ideas caducas y sus propuestas retorcidas. Se creen maestros cuando no han dejado de ser alumnos, quieren enseñar con base a sepultar lo humano y la empatía, son siniestros, nefastos, incapaces de reconocer sus errores, son asaltantes de la tranquilidad y promotores de la discordia. Son pobres, aunque tengan las cuentas bancarias llenas, son quejosos, son amigos de la incomodidad y reyes de la prepotencia, son aquellos que de la noche a la mañana perdieron el piso.

La amargura la disfrazan con bromas que solo ellos entienden, evaden la reflexión y seguro lloran por aquello que no han superado, el rencor los maneja y la ira es recurrente en sus acciones, son el experimento idóneo de una pandemia que nos dejó desprotegidos, que nos lanzó al escenario de la ruina social y la irritabilidad constante, que nos arrojo al ruedo y nos provoco insensibilidad.

Los veo caminar con gratitud y bondad, pero son salvajes queriendo funcionar en un plano descompuesto.

 

 

 

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