El problema no fue la marihuana.

El olor  era escandaloso y provocaba fastidio. Ellos  se  juntaban   cada  miércoles  por  la  tarde y comenzaban  escuchando  su  música sin armonía y después  venia ese  olor  tan peculiar que me hacía  correr  para cerrar las  ventanas  del departamento, sus  risas parecían  incontenibles,  de repente el silencio  era el  indicador  que la  fiesta había terminado.

Eran días complicados para  una nación,  los  políticos eran  caricaturas  y  las  suposiciones   reinaban en aquel  dueño  del poder,  sus  intereses  no  estaban  alineados para  los  gobernados, la disfrazada izquierda  buscaba por todos los medios golpear  al  sistema  con  sus  discursos  prometedores  y sus decisiones arrebatadas. Aquella  nación estaba perdiendo el concepto de igualdad  y  justicia  que era doblegada para quien sabia el teje y maneje de la situación.

Una de  las  tantas luchas acontecidas en esos días era el querer legalizar la marihuana, mientras  el  nivel cultural  de cada individuo era regido por la televisión,  los  libros se mantenían inertes en las bibliotecas a la espera de un curioso y un  lector  en  potencia que no  era fácil de encontrar. La  lucha  por la legalización de la hierba comenzaba y esto no pararía  hasta que los amantes de aquella droga se salieran con la suya.

Los cientos de  amparos  fueron  los  promotores  de un  debate  que  alcanzo  una fuerza inimaginable y nos  arrojaba preguntas y respuestas que ayudarían a resolver el rompecabezas  que se convirtió en un monstruo de mil cabezas. En la  ciudad  se hacían marchas a favor de la legalización y estas movilizaciones estaban encabezadas   por todo tipo de personajes, de todo rango de edad y facha.

Hoy que he rebasado los cuarenta y mi nivel  de reflexión  es  arduo  y puntual observo una sociedad  libre pero con problemas  mayúsculos por el simple hecho que se ganaron las batallas con menos complicaciones y que calmaban a las masas, mientras  que las  luchas que atañen a todos fueron relegadas y desarticuladas por el poder dejando en  claro  que fueron ilusiones  ópticas  que  ayudaron  a  los  hombres  de  camisa  blanca  y corbata  a  saquear dando  dosis de  vanguardia  y  maquillando  la realidad.

El  problema  no  fue  la  marihuana y ninguna otra ley que parecía lastimar a cierto sector,  nuestras insatisfacciones  se crearon a raíz de todo lo  que consumimos y seguimos dejando entrar  con facilidad  a  nuestra mente,  que hace crecer el descontento y  las voces se siguen multiplicando pero los sordos y ciegos siguen  ahí  caminando  sin sentir las  embestidas  de  lo grotesco  y  voraz que es un  sistema manipulador  y obsoleto.

Ahora  ese olor que me hace cerrar las ventanas de mi casa  es  legal  y  lo más doloroso  es  ver  que  los  jóvenes consumidores con sus escuálidos cuerpos y mente ambigua  serán  los  que tomen las decisiones importantes de este país, y no son criminales, simplemente son aficionados de una droga que por consecuencia deja secuelas ,o  no?

El peligro sigue  al parecer los discursos llenos de esperanza llegaran a mover los hilos enredados  por años  y  quizá  sus   promesas de revertir  todos los hechos  dolorosos  e imborrables sean  su  mejor  publicidad, harán valer  la ley no  importando el nombre ni el apellido, bajaran  los impuestos y los  ricos pagaran lo  justo, la  demagogia  morirá  y  el  fin de  los  tiempos  no  estará  cerca  ya que las  ofertas  de  camisas  y  corbatas  estarán a la  orden  del  día  y el  ciclo volverá a comenzar con  la  incógnita  y  con nuevas  fórmulas  para que los ciudadanos  estén intoxicados  y somnolientos. Si  la marihuana, alcohol  y tabaco dejan consecuencias quizá el poder haga mismo  con  todos los involucrados.

Todo en exceso provoca  una muerte lenta y dolorosa, ya no sé qué es más escandaloso si el olor de la hierba o lo que está por suceder en este país.


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