Novecientas noventa y nueve lenguas.
Creamos ogros con
infinidad de lenguas que se divierten sometiendo a los débiles reconociéndose como
gran benefactor y después se va pudriendo junto con los sofisticados reproches
que lanza sin tapujos para lastimar la dignidad que ha perdido al paso de los
años y añora recuperarla.
Ese rostro abultado
que se va deformando al gesticular sus maldiciones como: te he matado el hambre
o no tienes donde caerte muerto, son frases que de algún modo surgen del
interior obscuro y sin pizca de gratitud. El amo y señor de lo que se dice y se
hace, de las constantes amenazas, del cinismo inquebrantable y coleccionista de
mentiras, eso es un esperpento que solo trompica con la destrucción acumulada
por actos infames.
Personaje que sobaja
creando miedo y esperanzado a que la humillación es un mecanismo de victoria,
manipulador al grado de romper lealtades y triturar intenciones buenas, ese
ogro de mil lenguas es el que no puede comprender que la bondad todavía existe
y que los valientes están en otras batallas. Ese individuo repleto de calamidades
apuesto que será rechazado del fatídico infierno por su espantosa apariencia,
no sabrá hacia donde correr ya que estará atrapado en un trayecto sin atajos y
sus agravantes vocablos se lo devoraran en la hora exacta y marcada por el
observador.
El terror esta anestesiado
por la razón del tiempo. No hay mal que dure cien años entonces tengo el ideal
de permanecer en este camino siguiendo mis instintos, esperando que el viento
me pegue en la cara y la lluvia me empape apagando los incendios que intentan arrasar
con lo que nadie podrá violentar, guardando en las entrañas los buenos momentos
que se vivieron antes que los ogros invadieran territorios e hicieran de los
templos lugares desiertos.
Que dolor tan grande debe de existir en ese
interior revuelto por tanto rencor que oprime cada arteria y que pulveriza lo
que puede llamarse amor, que complicado es comprender la actitud malévola de
una persona que en algún momento tuvo fe y misericordia, que crueldad saber que
el desprecio vive y se reproduce en una mente que alguna vez conoció la
serenidad. Esos estímulos malignos han perpetrado
su alrededor fomentando un cautiverio insípido y tormentoso que solo van
dejando mudos a los que alguna vez tuvieron algo que decir para alegrar algunos
efímeros segundos.
Quisiera salvar las
ilusiones que permanecen en una jaula hermosa pero escalofriante, quisiera ser
el guerrero que venza al mal pero estoy lejos, anhelo romper con esa cadena de aberraciones que solo
confunden los conceptos básicos de la felicidad. La aversión por ese ogro me
traslada al estado de inconsciencia donde me pierdo para evitar trifulcas y
estruendosas faenas de horror. Nuestros infiernos son diferentes y mi cielo es
independiente a la farsa que alguna vez vi con mis ojos y que realmente no creí
porque mi intuición es poderosa, porque ya había visto a la muerte de cerca y ella
no se encontraba ahí.
Esas mil lenguas han
enredado pensamientos, han estrujado sentimientos y han dejado secuelas en los
que permanecen en ese campo hostil. No
me sentiré amedrentado porque la verdad está escrita y esta dicha, no dejare
que el ogro me maree con su tufo para dejarme desfallecido en esta intrigante
esfera de carcajadas y desvaríos que han dejado barcos hundidos, soldados
heridos, aeronaves despedazadas, corazones rotos y mentes envenenadas. Arrancare
novecientas noventa y nueve lenguas para que quede una sola y me diga el porqué
de tanta furia, falsedad y descaro, después el silencio será un infierno que
quemara a todo aquel que ha pisoteado con tal de sentirse poderoso y perfecto.
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