Señores golazos y glorias pasadas.
Entono esa melodía con estos labios extremadamente secos y una taza de café espera en esta mesa
en donde las ideas se han esfumado a través del tiempo y te imagino indiferente
ante todo lo ocurrido en la vida. Observo tus ojos llenos de nostalgia, tus
manos impacientes y tu cabellera que puede confundirse con la noche después el
rechinido de la puerta nos interrumpe y rompe la conversación de miradas
intensas.
Me levanto de aquella silla oxidada y comienzo a dar pasos
desesperados de un lado a otro en aquel piso maltratado que me inspira a
detener la melodía pegajosa y doy un sorbo al café con franca torpeza por el nerviosismo
que me provoca tenerte ahí esperando alguna frase desgarradora. Te veo sin expresión y esto me impide a no comenzar un
dialogo, me trueno los dedos para romper el hielo que esta entre nosotros pero
es inútil.
Salgo corriendo encontrándome con una tormenta inusual mientras mis
pies no paran entre el lodo, los charcos y los gritos que de alguna parte provienen,
mis pantalones han quedado irreconocibles y mi jadeo es indicativo que debo
tranquilizarme. Han pasado un par de horas desde que te deje en ese lugar frio
pero ardiendo en preguntas, un sitio donde no volvería por el alto impacto de ignorancia
que merodea el jardín y se postra en el rosal que alguna vez plante en señal de
alegría.
Señores golazos han quedado en la posteridad cuando esta calle me veía
dando pincelazos de fútbol, corriendo sin cesar, descubriendo la razón de la
victoria y la calamidad de la derrota, pases certeros, estrategias exactas. Que
grande fue articular mis piernas con ideas para tener algo memorable que nadie podrá
arrebatarme. Esos festejos fueron el
ancla para no escaparme antes de tiempo hasta que una mañana decidí huir
quedando en fuera de lugar.
Mi ser fracturado no tenía idea de todo lo que sucedería y hoy que
me siento en un sofá para redactar historias me conmuevo y me ato a mis
recuerdos, removiendo palabras hirientes y sucesos inesperados, mi alma tiene
marcas y estas me impulsan a no ser alcanzado por la devastación. Me impresiono
de todo lo que se ha escrito en estos tantos años y quedo perplejo y me nacen
las ganas de regresar para cerrar las persianas pero siempre hay algo que me
deja a medio camino perdido en una contemplación deforme y huraña.
Bendito asfalto que vio mis rodillas sangrar para vencer al rival, creyéndome
un futbolista carismático y grande, esos balones que fueron motivos para luchar
desesperadamente y esos roces que propiciaron rivalidades incansables, que
gloria fue la que me acompaño a lo largo de tantos juegos irrelevantes pero tan
importantes para lo que era un terruño de salvación.
De Repente una voz me dijo bienvenido a la realidad de decisiones
cruciales. Mírame escapando de la probable plática de posturas cuadradas y
gozando del tiempo presente con lo mucho que tengo que hacer y lo que ahora
tengo en las manos. No podemos vivir de glorias pasadas, esas que han quedado
en el anecdotario para ser contadas con ajustes convenientes. Ahora ajusto el
pensamiento para no ser un tipo arrogante queriéndose comer el mundo sin compasión,
ordeno mis emociones para establecer un contacto leal con este preciso momento.
Contundentes triunfos y derrotas descomunales son las que he vivido
y no me confió porque hay muchos retos por superar y quizá vuelva por un sorbo más
de café para decirte unas cuantas palabras que abran tu comprensión de todo lo
que hemos hecho y dejado de hacer pero mientras eso pasa me espera una tanda de
penaltis que me dará una lección inevitable.
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