El incendio.


El incendio se extendió por toda la habitación y no podía escapar pues la puerta estaba atascada y el humo era denso y empezaba a desesperarme de tal forma que iba de un lado a otro y decidí romper la ventana con aquel mueble viejo. Salí como pude y después no supe de mí.

Brinque de repente y desperté, todo había sido una pesadilla. Los últimos días había quedado exhausto por pensar que pasara en los próximos meses cuando lleguen los resultados, me causa una incertidumbre que aplasta todo momento de calma. En ocasiones quisiera renunciar y regresar a lo cotidiano y emprender nuevas aventuras, otras veces me detengo y medito que aquí existen extraordinarias posibilidades, aquí he aprendido a reconocerme como persona y analizar mis actitudes de una forma voraz y exigente.

Lo que para unos es el apocalipsis para mi es una forma de conocer a las personas, desmenuzo sus razones, exploro sus valores y acepto sus actuaciones porque el respeto es primordial y es un puente que nos hace llegar a la comprensión. En este lugar he entendido que lo que hacen o dicen los demás es responsabilidad plena de ellos, que si algo incomoda es mejor aclararlo para seguir avanzando, que si algo hay que decir pues adelante, en conclusión somos humanos contradictorios.

El incendio algunas veces me quema al grado de calcinar mi paciencia, ese calor hace que mis vísceras estallen, que mi nobleza se vuelva maldad y mi razón sea una confusión que mande a dormir las buenas intenciones. El fuego arrasa hasta con aquellos sitios que parecían lejanos, dejando un lienzo atiborrado de ceniza que me deja los ojos rojos y las vías respiratorias dañadas, intento rescatar lo que puedo pero las llamas son amenazantes y no dejan que mi frágil cuerpo salve lo que en apariencia es valioso.

El fuego se expande dejando muerte y desolación a su paso, no tiene misericordia y acaba hasta con lo que se decía indestructible es así como el mundo vive un episodio de dimes y diretes, parece que nos quieren silenciar, que no podemos decir lo que pensamos y sentimos porque para unos estará bien pero para otros es ofensa cuando no es así. Estamos en un momento donde debemos apegarnos a lo políticamente correcto para no causar revuelo y lastimar al de alma buena cuando esa misma alma también fabrica veneno.

Lamento que la lumbre nos queme la bondad ante un mundo acelerado, no podemos pensar que todos los sacos de aquel armario son de nuestra talla cuando hay infinidad de cuerpos que pasan todos los días para probarse alguno. No seamos vulgares y caminemos sin sentirnos aludidos y todo marchara de mejor manera. Tantos incendios que debemos sofocar para que la serenidad regrese, pero empecemos por nuestras parcelas y después ayudemos al vecino, al menos que notemos desesperación o acudan a pedir ayuda. Puede sonar egoísta y aberrante pero realmente todos debemos empezar por lo nuestro para después tratar de componer al mundo.

Apaguemos las fogatas cuando vayamos a los bosques más recónditos para evitar calamidades. Seamos simples espectadores cuando sea conveniente, movamos nuestras manos cuando sea necesario y dejemos ahí por si acaso el disfraz de contestatario pero mientras andemos livianos, con una sonrisa franca, con una palabra sabia, con esa intención de compartir lo bueno, de producir antídotos para todo el veneno que ya por mucho tiempo se ha regado. Encontremos esa paz que necesitamos y no seamos perversos por el simple afán de molestar cuando el universo está lleno de energía que merecemos.

Quizá debamos aplicar aquello que en algún lugar leí: “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.”

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