Al final no sé que soy, ni quien soy.
Comprendes que los
pensamientos son un racimo de posibilidades y genuinas verdades cuando viene
del corazón, cuando no tienen malas intenciones, cuando nacen de individuos
sacudidos pero íntegros y se reafirman con el paso del tiempo.
Mi espalda baja está
cansada de esperar en esta silla que rechina cada vez que me muevo, no hay una
voz que me diga algo exacto, no aparece aquel bondadoso que me traiga un poco
de serenidad, el techo de repente cambia de forma, es producto de mi desesperación
y de mi angustia que restringe mi capacidad de atención. Mis labios resecos,
mis ojos rojos, mis pies temblorosos, son los que me dan esperanza que en algún
momento brincare de entusiasmo por la razón que sea. Me agobia no sentir el aire fresco en mi
rostro, mientras llueve con fuerza, estoy en el encierro de mis reflexiones que
condenan a los pájaros que de repente posan y vuelan sin rumbo fijo.
Ya no sé qué espero entre
tanto bullicio, ya no percibo ese sonido que me mareaba y me hacia interpretar
el mundo como un especie de seres de buen corazón y argumentos válidos. No quiero
que nadie me dirija ni media palabra cuando estoy mirando al suelo y es ahí donde
construyo un mundo de escape, un sabio deforme, un grito valiente que despierta
mis sentidos para volver a comenzar. Mis enojos repentinos obedecen a la
ineptitud de aquellos que se la pasan en una diversión confusa, en un mundo
donde el egoísmo es una sana prioridad, donde se alaba al que vive en el olvido
y la elegancia efímera.
Hay un momento en el
que mi cuerpo se desarma. Es así como comienza la travesía de buscar cada pieza
de mi estructura, mis manos intentan adivinar que encuentran centímetro a
centímetro, así pasan las horas, de repente encuentro mi estómago irritado e
inflamado, mis piernas cansadas, mi corazón magullado, mi esternón desajustado,
mis pulmones colapsados, mis cervicales lastimadas, mi lengua intacta, así poco
a poco como puedo me doy forma, me reconstruyo como si fuera un montón de
plastilina. En ocasiones lo último que encuentro es mi cabeza pues esta rueda
varios metros y es presa fácil de esos pueriles entes que solo quieren jugar,
solo quieren entretener su tiempo con cuestiones momentáneas.
No soy lo que
parezco pues tardo en volver a mi figura original. Me arrastro para llegar a
aquella silla y me incorporo a la larga espera de aquello que no tiene nombre,
ni apellido, que no comprendo del todo que es, pero espero con ese espasmo que
me hace temblar y me hace recapacitar cada vez que quiero retirarme e irme al
estuche de donde no debí salir. Alguien trato de darme forma humana pero quizá
soy una cabra, jirafa, elefante, simio o un ser fuera de este mundo, mi
espantoso aspecto hace que la incertidumbre crezca y todos tengan una posible opción,
para saber que soy.
Estoy descompuesto y
de repente esa puerta se abre y una manos frías, grandes y rudas empiezan a estrujarme,
supongo que para moldearme y salir de la incógnita. Me siento diferente, no
encuentro sentido a lo que pasa, hay muchas personas en este pequeño lugar, siento mucho calor, siento vergüenza, quiero
salir. Regresa aquel sujeto y me da forma con singular alegría y lo que era mi corazón
se va, lo que pensaba era mi esternón desparece, así sucesivamente dejo de ser
lo que creí, para transformarme en algo valioso, algo que todos admiran y que
llama la atención profundamente, algunos dicen que soy una obra de arte y otros
de forma indiferente me observan y se van.
Al final no sé que
soy, ni quien soy.
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