Lunes.
Los modos son imperantes
en esta ardua jornada. Los muros están pintados y los monumentos están inertes,
no sienten nada, solo resienten las consecuencias de la ignorancia de los insensibles
que por siglos han ejercido el poder, dejando huellas de tortura con
puntualidad. Los gritos nos dejan sordos, pero la indiferencia nos patea con rudeza,
los huesos truenan, los gemidos son evidentes y la sangre corre como solución. Es un lunes cualquiera, diría aquel que no
percibe el desagrado de sus actitudes furiosas, parece que lloverá, pero el
calor es quemante, se siente una densidad uniforme en todas las calles, se
espera a que pase algo inaudito, algo que saldrá en los periódicos como primera
plana, nadie lo evitara, porque es una cotidianidad que nos tiene asfixiados y
reventados de las entrañas mentales.
Los quejosos miraran
con asombro, una y otra vez afirmaran que eso no es correcto, que hay formas y
maneras, ellos prefieren la violencia, pues ese es su modo de vivir, de digerir
sus largas encomiendas, no comprenden que hay razones y motivos pendientes. Sus
rostros muestran la amargura con la que crecieron, humillan sin compasión, juzgan
con esa nitidez que es necesaria para entender que lo que pasa nos alcanzara a
todos, sus frustraciones se traducen en malas palabras y golpes, ya no son
humanos, son engendros que se alimentan de poder para salvarse de la condena
multitudinaria. Todos quieren llegar a su destino, pero es imposible, pues la
ciudad esta tomada por esas voces que piden un lugar en la contienda, en le
debate, en el lienzo de la vida pública, todos somos iguales, todos tenemos
derechos y cabe resaltar que todos tenemos obligaciones.
La paz se olvida por
unas cuantas horas, todo arde. El asfalto es testigo de persecuciones arbitrarias
y de agresiones sin sentido, encapsulan a las almas manifestantes, les tienen
miedo, porque tienen un grado de pensamiento que irrumpe con lo establecido. No
hay quien pare esta marea de verdad y realidad, es un hecho que no debe ser
destrozado, las presencias que están agitadas deberán hacer historia y detener
a los malos que quieren disfrazarse de buenos, esos que tienen las manos manchanchas,
esos que solo piensan en llegar al sitio que les de inmunidad, pero esta vez
las pancartas son directas, exigen un alto a la incesante corrupción.
Las consignas son indelebles
y así deberían permanecer, hay que ser observadores, guardarlas en el corazón antes
que las manden a borrar, los destrozos significan que el hartazgo es mucho, que
la sangre pare, que la discriminación muera, que la cosificación se encarcele,
que haya oportunidades para establecer un dialogo de unidad para que todos
jalen parejo. Habrá quien exagere diciendo cosas insólitas, habrá quien lo
mencione como un hecho aislado, pero ahí estará causando escozor, otros callaran
porque no les importa.
Los acontecimientos nos
dicen que no es un lunes cualquiera. Hoy ha parido la conciencia, dejando un
olor a incertidumbre, una sensación de desconsuelo y esto será así hasta que
caigan los que propician el olvido, la ignorancia y la violencia. No te quejes
cuando siempre pasas de largo, pues quizá la vida la tienes resuelta, tus modos
son los correctos, entonces entendamos que otras formas deben ser implementadas
para provocar atención a lo que esta ocurriendo. Las calles están vacías después
de una batalla que no está perdida, ahí quedaron los golpes certeros que se
dieron con la voz, ahí están esas peticiones que no se borraran, demasiados se voltean
para no ver, pues están acostumbrados a que los fastidien y los sobajen cuando deberían
descubrir lo valioso que llevan en el corazón e imponer su grandeza.
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