El aserrín.
El aserrín por todas
partes, quieres desaparecer esas manchas de intelectualidad y alegría, intentas
reservar la ansiedad para un mejor momento, se te nota devastado y no tienes
esa sonrisa que impone las condiciones. Estas cubierto de ese polvo que provoco
aquella explosión y dejo gritos desesperados por todos lados, estas completamente
impactado y temeroso de que vuelva a ocurrir.
Te diste cuenta de
que se derramo el barril de ideas frescas y corriste por el saco de aserrín para
intentar borrar la evidencia, no quieres que te descubran, evitas a como de
lugar sonrojarte y sentirte señalado, deseas que esto sea un clásico delirio y
un momento de inspiración que se trunca con el bullicio de la calle que te ha
visto correr para no llegar tarde. Esa obsesión por trascender en lo carnal no
es una salida correcta, te has infiltrado en un mundo mutilado y desgastado,
quieres escribir versos con la satisfacción de descubrir que es lo que sucede,
necesitas hablar para que esos muros fríos escuchen y resuenen la posibilidad de
salvación, necesitas una palmada para sentir que hay un camino que florece al
son de tus pasos y que hay hojas en blanco para que la tinta reviente.
El olor a aserrín te
ciega por un momento, mientras observas como corren aterrados, ese sonido
retumba en los oídos de los que quedan de pie, todos están con las miradas atónitas,
con los ojos hinchados de ver el horror, intentas guiarlos a la salida y le dices
unas cuantas palabras de aliento, pero están perdidos en el espanto de la
realidad que los envuelve y los escupe. El barril ha quedado vacío, invertiste
mucho tiempo en juntar cada idea y pensaste que era un tesoro indestructible
hasta que llego un mendigo envidioso y prendió fuego a lo que se entendía como
un diván de sofisticadas historias, escapo el presunto culpable y quedaste herido,
pero con el sentimiento combativo para comenzar de nuevo, no hay de otra, es una
alternativa prudente y responsable.
Hasta hace unas
horas vivías un amanecer extraordinario, ese calor penetrante te conmovía en
cada parte de tu cuerpo, evitaba que sintieras el crudo invierno, era como
columpiarse en trozo de infierno que derretía las perversiones más osadas de un
ser que es resiliente, ahí estabas entre sabanas suaves que no te permitían despertar,
el pesar de tus ojos era demasiado, pero una extraña sensación te hizo asomarte
y enseguida el ruido estremecedor, dabas
brincos inexplicables y te arrollidaste como señal de tregua. Hasta hace una semana
tu sonrisa devoraba toda tristeza, estabas entusiasmado al ver como se
acumulaban las ideas para una nueva aventura, nunca te imaginaste lo que podía ocurrir,
lo que provocabas en los demás. Ahora estas en medio de una emergencia y no
sabes cual será el desenlace.
Esas ideas que han
perdido su frescura tenían un olor a fresa con chocolate, un nítido sabor a
vainilla, podías identificar el olor a nuez y en el fondo sentir la consistencia
gelatinosa, eso sucedía en tu mente cada vez que abrías el barril para dejar un
poco más de tu inspiración. Era un manjar que ahora esta en suelo y por todos
lados, tendrás que escribir esto como una anécdota catastrófica y entender que
de repente hay cambios cruciales para que rompas el hermetismo acostumbrado.
El polvo desaparecerá
con el tiempo, un minutero arrogante que te hará cómplice de la fertilidad narrativa
que nace en cada golpe de verdad, que tendrás que defender con ultranza por es lo
que te queda para comenzar a llenar un nuevo barril y te aconseja tener el aserrín
necesario por si vuelve a ocurrir algo inesperado y delicado.
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