Estoy en el exilio.

 

Me marche por el simple hecho de que no había la posibilidad de que aparecieran arenas movedizas, relatos obscuros, tragedias insólitas y suspiros genuinos.  Me aburrí de un mundo tan distraído, donde los inventores retardan el final de sus múltiples historias, no encontré sentido para mantenerme en ese precipicio, evité que la desesperación se notara en mis aportaciones y decide marcharme para encontrar una pausa. Después de que dije adiós, no han existido señales de todos aquellos que venían junto a mí, simplemente desaparecieron, se esfumaron como si la travesía hubiera sido un sorbo, parece que todos resbalaron hacia el precipicio y se perdieron en esos hallazgos de verdad creativa y susurros descabellados.

Por momentos escucho gritos, imagino que dicen mi nombre, después me volteo y me quedo quieto, solo observo aquel escrito con poca estructura, lo reviso una y otra vez, lo tacho, lo subrayo, lo rayo como si fuera una forma de propiciar cambios, pero ahí está la intención chusca que quiero engalanar con palabras altisonantes, lo sigo verificando y no tengo la idea clara de que me llevo a invadir la vida de otros con mis letras, convirtiéndolos en personajes injustos y maldosos, no entiendo porque no aparecen aquellas esencias que conmueven y estremecen. Sigo entusiasmado como si hoy fuera viernes, señal de que todos los monstruos que persiguen a los inocentes se detendrán para leer un rato, tengo esa sensación de victoria que vaga en mi pecho y se extiende hasta la enredadera de la conciencia que en ocasiones es manipulada por lo que creen felicidad, ahí están todos los armarios que durante años han servido de almacén y sofá de consuelo. Ahí están las cartas que de forma atrevida escribí a las transparencias que se diluyeron con cada una de las ventiscas que esos suspiros melancólicos fabricaron con el afán de dominar lo poco que quedaba.

Estoy en el exilio, me siento afortunado de estarlo, no tengo intenciones de regresar para ver como todo sigue a medias y en un jolgorio monumental, esperare, aguantare hasta que me llegue la notificación de que hay un punto final consagrado, es cuando tomare las maletas y retornare a la misteriosa cueva de la franca sabiduría y el pensamiento diverso. Mientras dejare que todo tome el orden necesario, me inspirare en lo que me pasa para desarrollar un personaje sarcástico y que aporte algo al mundo desabrido que la mayoría sueña. No fue fácil la decisión de marcharme, pero no había alternativa, una noche de insomnio fue la que me empujo a tomar tan atinada decisión y aquí estoy en medio de una mañana que me cautiva a deletrear el deseo que he mantenido resguardado en un librero sin fondo.

La hostilidad de la incertidumbre perdura en aquellas narrativas interrumpidas ´por la duda y la excusa, por la preferencia de estar acompañada de una orquesta sinfónica que solo toca los caprichos al son del placer más predominante en una piel rozagante y tersa. La indisciplina no tiene fecha de caducidad, penetra como si fuera un sable y hiere con saña. Cuando lo vi decidí cerrar ventanas y puertas, compre este viaje sin regreso, no quiero que ese sujeto me alcance y me arrebate la inspiración, esa sombra con sable quiero que se quede en aquella bahía y descanse, quiero sea así para que no siga hiriendo, porque esa es la razón de tener cosas inconclusas, él es el único responsable y su nombre es miedo.

Veo que algunas linternas me hacen señas, tratan de decirme algo, no entiendo, poco a poco se acercan y quizá sean algunos viajeros que quieren hacerme compañía o son esos personajes enardecidos que vienen a reclamarme el recalcitrante olvido.

 

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