Siempre te he amado.

 

Después de que dimos infinidad de vueltas, nos quedamos en silencio, esperando que nuestras fuerzas volvieran. Tus labios sangraban y mis ganas de regresar al principio eran infinitas, jadeabas, no podías más, mientras yo tocaba tus hombros, pues quedamos frente a frente, estaba encima de lo que parecían los restos de un héroe de guerra. Te limpiaste los labios y te acercaste para darme unos besos salvajes y después me empujaste como si fuera el termino del juego. Habíamos esperado dos décadas para que esto ocurriera, nuestras sonrisas eran evidentes, teníamos que recuperar el tiempo perdido, el costo era muy alto, pero valía el esfuerzo de estar ahí en aquella pequeña habitación donde la alfombra estaba tapizada por latas y prendas, la invasión a nuestros cuerpos fue como alcanzar la cúspide del éxito, dejamos aquellas bobadas de amarnos para siempre y simplemente nos dedicamos a manosearnos, era el deseo contenido de dos personas tan diferentes, ya estaba hecho, habíamos cumplido y en el fondo sabia que era el fin.

Yo no entendía nada de francés, las señas y las miradas son un vocabulario permanente, jamás me intereso aprender el idioma, pensé que no volvería a encontrarte, pues la última vez me insinuaste que alguien te esperaba en Nantes, no nos hicimos promesas, lo nuestro era prohibido, solo estuviste en México once meses y ahora veinte años después vuelves, te conservas casi idéntico, dices que ahora si te puedes quedar, ahora yo soy quien dudo, porque el tiempo me ha revolcado a muchas vivencias, no estoy preparado para entregarme, para planear, para construir algo que se quedo inconcluso, observo tus canas y se que me estas diciendo la verdad, observo mis manos y tiemblan de no saber que contestarte. Con un parpadeo te digo dame tiempo para darte una respuesta, con la cabeza me dices que no, la desesperación hace que comience a llorar, ocupo el traductor del móvil y te expreso que te vayas que en unos días te alcanzare, solo sonríes y suspiras, me limpias las lágrimas y me abrazas.

Han pasado dos semanas de ese episodio y despareciste, no contestas los mensajes, quizá odias que ocupé el traductor, pero es parte de la tecnología, quizá estas enojado, solo recibí al día siguiente ese ramo de rosas blancas con una carta que no he abierto, creo es tiempo de saber que escribiste, las flores están marchitas como mi estado de ánimo, viviendo con la severa intriga de como conseguiste mi dirección. Doy mil vueltas en la cama como aquellas que di contigo cuando nos volvimos encontrar de casualidad en aquella librería, levantaste las manos como si fuera una gran sorpresa, yo me quede perplejo al ver tus ojos azules brillando, sin pensarlo te invite al hotel, no te negaste y empezaste a hablar sabiendo que no te entendería nada, solo decía que sí por inercia. Compramos nuestras cervezas favoritas y entramos, sin rodeos quedamos completamente desnudos, en español me susurraste un te amo y comenzaste a estrujar todos esos espacios que quizá tenías olvidados, lo demás ya es historia.

Me acerco y huelo las rosas muertas, todavía tienen esencia. Tomo aquel sobre y lo abro de un solo tajo, saco el contenido, desdoblo la hoja y comienzo a leer, me mareo y balbuceo, parecería una broma, me siento en la orilla del escritorio, me tallo los ojos y otra vez leo el mensaje. Necesito reacomodar las ideas, arreglar documentos, ver a la familia, a los amigos, hacer lo que he dejado de hacer por meses, salir de esta tristeza y arriesgarme. Sigo sin creerlo y otra vez vuelvo a leer ahora en voz alta: “Aprendí español y en un mes regreso por ti, siempre te he amado”.

 


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