La coraza.
Se rompe la coraza
con tal solo tocar la membrana del sentido somnoliento. De repente sale una
mariposa blanca con el aterciopelado toque de verdad insolente que arrebata
todas las miradas, es bella en la simpleza de la razón y es perseverante con
los atrevimientos, es un beso concedido en el lugar improvisado de las ganas y
de las tentaciones reciprocas. El ruido nos hunde en el misterio de los árboles
que sollozan anunciando una lluvia pertinaz y una búsqueda de insinuaciones cómplices
que solo prolongan el momento de los inverosímiles instantes de introspección.
Tengo que huir por
esos caminos obscuros donde los perros ladran y me persiguen, tengo que convertirme
en una hormiga para que la tierra me desaparezca ante la complejidad de una débil
mirada, me escabullo por la hojarasca y después me arrojo a los rosales, siento
las espinas, el aroma intenso, siento como me voy quedando dormido para olvidar
el lienzo terso de tus susurros que atosigan mis intentos por alcanzar esos
ecos que escuchas con frecuencia. Pronuncio ese nombre corto para descubrir si
estoy solo o estas en alguna de las habitaciones de mis recurrentes ideas, la filosofía
me traiciona y me pone un espejo gigante donde no hay espacio para la crítica
ni la esporádica sonrisa burlona, estoy en la conciencia que en ocasiones
olvido por esos impulsos desperados, por esas francas locuras que me pisotean y
hacen que resbale en medio de una hoguera que quema con lentitud.
La caótica imaginación
me escupe a lo palpable donde no encuentro ni un rastro de desprecio, donde hay
una coherencia intacta, donde escucho esa voz tenue diciéndome una vez más de
lo que se trata el cuento y que el tiempo será relevante para que todo sea un fértil
campo de finas flores. Observo esa coraza rota, intento reconstruirla, pero es inútil
entonces dejo que el viento me azote contra los dichos congruentes de un ángel
mal portado y seductor, dejo que toque lo que parece un racimo de argumentos
infinitos y repetitivos, me dejo someter por sus intrépidas respuestas y me
quedo quieto ante su luz, su intuición salvaje.
Pienso que por algo salí
de ese cascarón, que no estaré desamparado, que entenderé con precisión lo que
me intentas decir, que al final esta rebeldía de ambigüedades nos dejara con un
conocimiento necesario, seguiremos caminando por las avenidas transitadas, nos
colocaremos entre la muchedumbre agitada, nos reconoceremos a lo lejos y
manifestaremos con agallas lo que llevamos en el torrente de emociones cíclicas.
Entonces dejaremos
de creernos los reyes de la región más transparente, porque seremos humanos en
una observación constante, en una antología de persecuciones dominantes, en un
intercambio de fluidos, seremos aquello que desde el principio ignoramos, volviéndonos
fugitivos cuando en realidad éramos idóneos y engranes correctos. Las corazas
se van partiendo, dejando el acontecer de las almas al descubierto, no hay
tiempo para las excusas, ni para los arrebatos, solo hay una salida prudente y
exacta.
Las sogas se resbalan
por los espirales que son parte de las frecuencias de la bondad, del amor, de
la sabia explicación, el destino se transforma y nos impulsa a tener una
actitud diferente. Cuando salga el sol y termines de reflexionar tendrás la
oportunidad de enaltecer todos tus sentidos, dejaras de forjar prejuicios y terminaras
con la guillotina que provoca miedo. Serás una esencia que envuelva con ternura
todas las encomiendas, travesías y supersticiones de esos guerreros incrédulos,
de ese ser que vaga por las calles, que recoge la dicha y que emite una
enseñanza elocuente que la mayoría no se atreve a ver porque prefieren estar en
una cómoda coraza.
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