La quemazón.
La bonita reunión en donde todos ponen su
mejor sonrisa y se manifiestan de una forma ejemplar, es el día en que se dispersan
los rumores de un posible futuro incierto mientras las carcajadas no se hacen
esperar al primer mal chascarrillo. Los vestidos de gala lucen y los trajes recién
planchados se mueven al son de esos cuerpos cansados de ilusiones improvisadas
por mentes que solo piensan en el sonido de las monedas. Todos siguen sonriendo
con tal de remover esperanzas y solemnes palabras que hagan engordar al ego de
una manera estratosférica y los aplausos resuenen en aquel salón gélido y
viejo.
Muchos comenzaran a susurrar y otros
intentaran lidiar con la pesadez del discurso repetitivo, serán minutos
envueltos en tedio y confusión, serán horas en donde las propuestas se centrarán
en una hoguera y un ruido incomodo, los soldados comenzarán a caer con tal de
comer un poco y beber de manera magistral. El aburrimiento estará presente y los
rostros se deformarán al punto de no entender ni media palabra, la mayoría estará
lejos de la salida y muy cerca del incendio que recopilará los intrépidos hallazgos
de la sabiduría extraviada.
Se respirará hipocresía. Las miradas se perderán
en una inmensa luz, en un interminable aparador de hermosos recuerdos, de años
gloriosos, de nombres desconocidos y de armonías impenetrables. El discurso será
el mismo y la motivación será paupérrima, los personajes seguirán vociferando y
haciendo efectiva la inútil competencia que los hace idénticos a sus mentores,
a los demonios de los que huyen, la quemazón será de proporciones incalculables,
al final todos estarán convencidos que la vieja formula seguirá funcionando y la
pesadumbre se mantendrá en un estado de alerta.
El circulo vicioso seguirá funcionando y todos
tendrán que aguantar el ritmo, no se permitirán las quejas, porque esta estipulado
en el aire que respiramos, que nadie se atreva a sugerir una alternativa, el
silencio es el que por enésima vez saldrá victorioso y una vez más el
ingeniosos titiritero hará que las cosas se enfoquen en la acumulación de una
riqueza infinita y sólida. De cualquier forma, las zanjas de la ambición seguirán
abiertas y resguardadas por los feroces lobos que se sienten parte de un
sistema errático e insuficiente, que se creen protagonistas de una historia que
se modifica al son de los manos que no se cansan de complicar el progreso y la
sensatez.
La bonita reunión finalizara con el clásico mensaje
de solidaridad, con una sensación de dignidad y una felicidad efímera, las
sonrisas fingidas serán una verdad que incomoda, pero que todos callan, porque
todos saben que las cosas continuarán caminando de forma sutil y efectiva, no habrá
intensiones de proceder a las batallas insensatas, a los diálogos perturbadores,
a las abruptas referencias de las fallas eternas. Todos seguirán siendo parte
del incontrolable tablero y del juego de los tiempos incomprensibles y las
presiones permanentes, las caras largas serán un elemento insustituible, las
respuestas serán tardías y los días pasaran con una carga de melancolía que nos
hará saber que quizá los años anteriores fueron mejores, pero nadie lo sabe a ciencia
cierta.
La quemazón arrasará con las conciencias
genuinas, se quedarán las que están acostumbradas a la lambisconería, serán la
alfombra roja perfecta de aquellos que se alzan el cuello sin esforzarse, sin
arriesgar el pellejo, pero exigen resultados. Ahí estarán brillando en un universo
inventado por los egos que no dejan de alimentarse de la pose y la infamia, del
impulso oportunista, son los cuervos predecibles que siempre rondan el gozo de
los demás y esperan con clama para llevarse hasta alegría que no valoraran,
porque llevan en la sangre el veneno que causa escozor y repudio aunque lo
vistan de bondad y generosidad.
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