Estamos magullados.


Analizas todo lo que acontece y eso te produce cierto escozor, requieres que el camino este encendido para los próximos minutos y así todo pueda tener un proceso elocuente y conclusiones satisfactorias. Discutes una y otra vez, pides las estadísticas, los números, los dichos, los experimentos para comprobar que lo que expresan los demás tiene bases.

Es un desgaste enriquecedor, donde todo se pone al descubierto y es un instante de antología. Los rostros se van deformando conforme las palabras salen desde el alma y petrifica a otros, dejando un vacío, un descontento, una situación de pánico, es así como todos defienden sus posturas, sin necesidad de complacer.  En ocasiones la imprudencia se desata y deja sensaciones densas, el impertinente siempre sale con sus motivaciones precarias de sentido y esquiva toda interrogante, sostiene una catástrofe que calla porque piensa que las cosas mejoraran cuando es todo lo contrario.

Es un espiral sin fondo. Pensamientos erróneos, disputas insolentes, palabras hirientes van formando una ensalada que todos deben de tragar para no quedarse con hambre y al momento de la digestión vienen las diarreas mentales que producen una deshidratación mayúscula en el cuerpo del mensaje, se tiene que desplegar el plan de contingencia para parar la tragedia y el malestar. Nuestras miradas se pierden con tal de no ser observados, nuestros oídos se pierden en el bullicio ambiental, nuestra gesticulación es nerviosa y es inevitable mantener el silencio.

La claridad en nuestros días escasea al grado de que cada quien supone lo que pasa y debe de suceder, suena perturbador el escenario, es una atrocidad evadir la realidad, escapar de lo inevitable. La densidad nos va aplastando de manera incesante y la incapacidad de acción nos deja encerrados en una sintonía que es circular y violenta. Estamos estropeados por donde nos veamos, somos seres desarticulados porque no comprendemos las emociones y enredamos los sentimientos con lo tangible y obvio, es un laberinto truculento, donde los especímenes de nuestra imaginación nos quieren arrancar la cabeza porque no tenemos la transparencia en nuestro eje de existencia.

Es grotesco denominarnos como perfectos, cuando somos monigotes en busca de felicidad, no nos damos cuenta que estamos en ella y desperdiciamos tiempo en indagar cual es la fórmula que nos hará felices por siempre, cuando él siempre es una falacia. Somos animales que tienden a cazar para sobrevivir en un mundo donde la ambición es un factor que confunde, somos un recipiente lleno de inconsistencias, de irreverencias, de verdades subjetivas y miedos profundos. Una atmósfera nauseabunda nos rodea, donde los ególatras abundan, los egoístas se carcajean y los sociópatas conducen los hilos de la cotidianidad.   

Se escuchan maullidos y ladridos, es señal de que algo sucede en el exterior y lo que pasa en el interior no es tomado en cuenta, porque estamos contaminados de suspensos, de caprichos, de insistencias inútiles, de ambigüedades y de atajos absurdos. Estamos magullados por nuestros propios instintos, decisiones, pensamientos, elecciones, sospechas, temores, estamos pulverizados por esos lapsos de soledad, de acompañamiento, de creencias, de plegarias, de oraciones, estamos vivos que es lo importante.

Es una avalancha inexcusable la que nos alcanzara por no querer ver lo claro del cielo y de aquel océano. Quedaremos sepultados por horas, hasta que alguien nos auxilie,  nos rescate y así nacerán esas conexiones que van de corazón a corazón, sabremos que  tenemos una oportunidad para observar lo diáfano del ser y de esta manera transmitir lo que ocultamos y lo que escondemos por infinidad de razones. El aprendizaje llegara aunque estaremos repletos de contusiones por terquedad, por inocencia, por lo que quieras, pero vivos nos encontraremos.

No te cansas de analizar mientras en algún lugar hay un alud esperando.

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