Depurar.
Quisiera recuperar
esos eslabones que se oxidaron y dejaron de ser parte de esta cadena de fortaleza
y certeza. Quisiera que me miraran a los
ojos y me dijeran con argumentos sólidos que fue lo que sucedió, quisiera
escuchar sus palabras contundentes ante las cientos de suposiciones que sean establecido
sin fundamento. Quizá los comprendería con el corazón noble, los escucharía con
sabia atención y después me quedaría callado unos minutos para dar mi opinión
ante un panorama que hasta hoy desconozco.
Por ahora debo
ocuparme de la gente que me rodea e informarles que no quiero ver esos rostros
retorcidos, no quiero que estén distanciados por molestias absurdas, que se
propongan a esforzarse en consolidar diálogos, en dividir responsabilidades, en
manifestarse felices en el aquí y ahora. Que por un momento dejen de ser
estrictos con su ser para disponerse a compartir el tiempo sin preocupaciones,
sin recriminaciones, sin alterar el armonía que tanto vale en esta época. Les
pido de la manera más atenta que identifiquen sus flaquezas y sus virtudes y
que se construya un lugar de momentos prósperos y que este persista pase lo que
pase.
Esos eslabones oxidados
se perdieron en el camino y encontrarlos será una hazaña. Por ahora los
eslabones en buen estado deben ser disfrutados y pulidos, la cadena debe ser
inquebrantable ante todos los escenarios posibles. Que dichosos somos de estar
en un núcleo que nos enriquece y que nos hace sentirnos cobijados, un espacio
donde somos poderosos, donde la energía fluye y los debates deben ser dignos de
aplaudir.
Imagino como la brisa
azota en mi rostro y renuevo todos los conceptos, hago pronósticos, pienso mis propósitos
y reitero mi gratitud por encontrarme en un momento de paz. Decidí dejar en el
camino batallas absurdas, entes egoístas y materialistas, por un momento interrumpí
la búsqueda de respuestas, ya no insistí en escuchar historias pues estas en el
silencio quedaran extraviadas e inertes, determine que cada quien se haga
responsable de sus inconvenientes, de sus decisiones, de sus actos, porque
todos debemos de seguir aprendiendo. Que cada quien establezca sus formas y
maneras, que cada quien tenga el control de lo que le corresponde, pero al
final que cada quien comprenda que estamos aquí para ser felices y no amargar
momentos.
Se han roto cadenas para
sentirnos libres y estables, otras siguen para sostener puentes de comunicación,
amor, resistencia y felicidad. No pelees todo el tiempo porque cuando te des
cuenta estarás arrugado, estarás acabado, querrás recuperar cuando eso es inconcebible. Reserva alegría para
esos dulces momentos que vendrán, aterriza tus pensamientos y clasifícalos con sutileza,
manifiesta las verdades, entierra las mentiras, conserva los recuerdos y
procesa todo lo vivido con calma y date cuenta que no eres el mismo, debiste
mejorar y no empeorar.
Si en el interior sientes
como las bestias están inquietas, domínalas con una conversación sensata,
erradica la violencia, detén la tormenta imaginando un día soleado, no te
enganches con cuestiones que al final son simplezas, adquiere retos contigo y
no desafíes a los demás, no quieras imponer la razón cuando en realidad nadie
la tiene. Rompe las cadenas que son estorbosas y observa como los eslabones se
van disolviendo en esos ácidos estomacales y deja de pensar con las tripas.
Si algo te agobia procésalo
de una manera inteligente en conjunto con tus emociones, no te ofendas por lo
que digan o hagan, solo contempla y considera tomar un pensamiento positivo,
conserva lo que sea valioso y lo que no sea útil pues deséchalo.
Reaprendamos a
depurar nuestro ser que en ocasiones está lleno de candados, trancas y cadenas.
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