El vagón.

 

El vagón del metro está lleno de miradas perdidas, de deseos fingidos, de dichos de ocasión, de una que otra esperanza. Quisiera saber que es lo que te lleva a enredarte en la idea de que lo que haces es una encomienda perfecta, que eres el consejero oportuno y la mano que presta atención cuando en realidad un huracán esta pasando por tus condominios emocionales y te esta dejando en la orilla de la soledad.

La siguiente estación esta concurrida, tendrás que forzar esos cuerpos sudados, esos gestos acongojados, esos lastimados pensamientos de imprecisiones y de ingratos escenarios con la razón equivocada, debes bajarte para que no se te haga más tarde, tienes que pasar por la salvaje osadía del roce y de la interpretación mal intencionada de las fronteras derribadas por la nula distancia, afrontaras el combate con gallardía y evidente coraje, saldrás bien librado de una mañana intervenida por la hazaña y el constante recordatorio de estar dispuesto a fingir alegría.

Antes de que llegue el alto, ya estarás fusilado y acribillado, esos ojos te estarán comiendo con una locura descomunal, estarás atorado en un camino de manos impertinentes y de sonidos poco peculiares para el lugar, no hay escapatoria escucharas palabras sucias en medio de un silencio que se rompe con el murmurar de conversaciones sin sentido y que estorban en tus intenciones de salir de ese reducido mundo donde la hoguera es permanente y el descaro es eficiente. Eres la presa idónea de aquel que se siente tocado por el aire angelical y la belleza eterna, eres el premio mayor de un osado maestro de la seducción, de un enigmático personaje que mezcla unas cuantas verdades con ciertas mentiras piadosas, ahí estas frente a lo que parece ser un despiadado depredador de instantes y tus venas retumban, porque la prisa te condena y el placer será escaso por que en el fondo ambos quieren satisfacer sus íntimos sueños de trayectos indefinidos.

El forcejeo comienza, intentas salir, tus ropas son el testigo claro de la travesía y la ocurrencia, es una fuerza indescriptible la que te aleja de lo que fue un encuentro trastabillado, pero dispuesto en tu apretada agenda, estas consciente de tus vacíos y de los vacíos de otros, eres cliente frecuente de los manoseos, de las miradas lascivas, de los espectáculos discretos, eres ten siniestro como todos ellos, te montas la mascara de niño bueno, de un ser sofisticado lleno de luz, de paz infinita y sentimientos bonitos, te crees todo el cuento que cada noche te inventas y que en cada amanecer estas convencido de aplicar, te muestras gentil, atrapado en un doble discurso, espantado por la vida tranquila de los demás, estas herido de lo clandestino y de lo que seguirá sucediendo, eres parte del arte del amontonamiento corporal y del callado andar de que son expertos en el tacto y fracasados en el amor.

El dolor es tan inmenso que no lo entiendes, estas confundido, pero con una sonrisa que durara hasta la mañana siguiente donde intentes otra de tus tantas escenas malvadas por sentir lo que no te pertenece y si no te aguantas por la tarde querrás desbordar la necesidad en una jungla que te espera con otras bestias y volverás a recurrir a las artimañas que has aprendido con los lobos que por alguna extraña razón han desaparecido, pero que puntualmente dejan el legado a todos los que se pierden en esas extremas juntas de fluidos y de susurros incomprensibles. Así son las cosas en ese vagón donde el amor no tiene rastro, donde la carne es el alimento del alma y la fe es una patraña de los que se dicen sabios y siguen dando vueltas en el juego que los lleva a la misma ganancia y la misma miserable perdida.

Ordenas en ti todo lo desacomodado y entras al destino final con tu cara de no romper un plato sabiendo que estas destrozado.

Comentarios

Entradas populares