Aquel que se dice chingón.
Sus millones de pesos no son una salvación cuando
la muerte tenga que hacer su trabajo. Los observo como miembros de una bancada
que no se pone de acuerdo, pero en el fondo intentan ser un equipo decidido a
dar una buena imagen, se ponen el traje de la hipocresía con tal de pasar por
la lista de la elite que es una maquinaria de producir monedas y billetes, son
esas marionetas que sonríen y tiene lujos inmensos, pero que no son felices.
El escenario es perfecto para la comparación y
la competencia inaudita, es asumir la superioridad de una forma descolocada y
perderse en una nube llena de alfileres, ahí están todos embriagándose como si
se hubiera conquistado una copa del mundo, como si todo lo generado les
perteneciera, por un momento se creen dueños del mundo y se doblegan sin
saberlo, su espíritu esta vacío mientras sus bóvedas están llenas de ambiciones
y dolores inevitables. Las sacudidas no les han servido de nada, la lección no está
aprendida, son infelices, no están satisfechos, no se dan cuenta de lo que
tienen y solo quieren lo que el ego les susurra, como una alternativa de estatus
y posicionamiento efímero.
Reconocer las fallas es una forma de
evidenciar la imperfección, no hay formas de exigir, todos tiran la cuerda al
sentido que mejor les convenga, nadie voltea y nadie se preocupa por los
altibajos de los demás, no hay tiempo para frenar el oportunismo, la mayoría quiere
todo el pastel, la vida sigue girando y los altos mandos se muestran impávidos ante
la repartición de la riqueza, no se dan cuenta del esfuerzo del talentoso, solo
aplauden al que por coincidencias del destino obtuvo un golpe de fortuna y todavía
se regodea con gallardía como si fuera él apto para ocupar ese espacio y en el
fondo sabe que la esa realidad no le corresponde, pero la abrumadora codicia
hace que el monstruo se aferre a lo que la brújula dicta.
Los litros de alcohol se han esparcido por su
torrente sanguíneo y los millones ahí están esperando para la próxima ocurrencia,
las mentes revueltas y confusas comienzan a producir incoherencias que se
traducen en palabras hirientes y que decapitan a todo aquel que quiera un trozo
de conexión con el mundo espiritual. Las adulaciones están a la orden del día,
es una fórmula que es recurrente y eficaz para él que toma atajos con tal de
sentirse victorioso y merecedor de felicitaciones.
Por ahí alguno dice arrójate al estanque de
los tiburones, que quizá han sido imaginarios, porque simplemente son atunes
que le han servido al susodicho como colchón para evitar golpes, esos atunes son
el reflejo de la comodidad, son la terapia para aquel que tiene hambre de reconocimiento,
para aquel que quiere sanar sus heridas, para aquel que no ha querido salir del
sufrimiento. Los tiburones verdaderos están en la ecuación que todos los días
se resuelve sabiendo que hay respuestas complicadas que se tienen que aceptar,
esa verdad que se debe de afrontar con temple y saber que aquel que se dice chingón
con todo y sus equivocaciones es parte de una mafia consentida que se expresa
como si fuera un erudito en la universidad de la vida y es un mortal haciendo
lo que muchos replican, porque es parte de los que son según exitosos.
Todos terminan fumigados en medio de sus fantasías.
Me marcho, porque no quiero ver como las alucinaciones hacen que todos terminen
ensangrentados y rotos como alcancía en época de emergencia, me voy con muchas
reflexiones pendientes, aburrido de las contradicciones y asqueado por el mismo
libreto de todos los años.
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