La jubilación.
Los perros están ladrando desde hace quince minutos, un helicóptero ronda
el vecindario, se escuchan cientos de patrullas. La verdad tuve un día difícil,
llegue a casa, me desvestí, me di una ducha, ahora estoy tendida en mi cama, no
quiero saber que sucede en el mundo, estoy fastidiada de escuchar todo el día a
Carmela diciéndome que por fin su hijo ira a la universidad, que si tomara
buenas decisiones, que no quiere que tenga novia, después me llama Alicia para
contarme que si Gerardo la engaña, ella se ira a casa de su hermana, que ya no
puede soportar tan terrible humillación, que esta cansada de preocuparse por
pagar todas la cuentas, al final me
encuentro a Hortensia que me reitera que estoy pasada de peso, que debería cortarme
el cabello, que debería buscar un hombre que me haga estallar en éxtasis, todo
el día escuchando vidas ajenas, argumentos torcidos, ideas banales, ocurrencias
absurdas, quejas que rompen toda sintonía de armonía.
Tantas mujeres que quieren contar historias, tantos momentos que en
instante están ocurriendo y son dignos de conocer, otros de denunciar, quizá algunos
de silenciar. En ocasiones siento que mi vida es monótona, aburrida, pero en
verdad no me interesa saber la vida de todos, no quiero inmiscuirme en asuntos
que no me corresponden, por eso solo escucho y me resigno a seguir con esta
rutina que me hace reflexionar de que
elegir la paz es un acto de amor, que en definitiva cada quien tiene que resolver
sus situaciones, cada quien tiene que comprender que tiene el poder de modificar
sus conductas, que hay que tomar decisiones quizá complicadas, que se debe buscar
las condiciones para que haya un giro que rompa la tensión. Al regresar a casa
hago un resumen de todo lo que escuche, llego a escribir y después me quedo
callada entre los maullidos de los gatos, enciendo un incienso y me preparo un café
bien cargado, les envió un mensaje a mis hijas, realizo algunas labores en casa,
pero hoy fue un día donde el caos se hizo presente y la presión se fue a tope,
hoy decidí desprenderme de la realidad y acostarme a mis anchas, deseaba paz,
disfrutar el silencio, pero algo a sucedido que las sirenas no dejan de sonar.
Ya cuento los días, solo faltan ochenta y siete días para jubilarme e irme
a tomar un merecido descanso. Quiero irme lejos, olvidarme del trajín de una
oficina donde todos velan por sus intereses, donde no hay empatía, donde solo
hay envidia, necesito desintoxicarme del ambiente hostil y devastador. Llevo cuarenta
y dos años viendo como la gente se la pasa atrasando tramites, se la pasa criticando,
desacreditando, discriminando, buscando infinidad de pretextos para no hacer su
trabajo. Soy parte de un círculo vicioso que desencadena controversias y una línea
de impedimentos, aquí debes de defenderte, debes saber mover el abanico o terminas
desempleado. Así las cosas, en estos cubículos, así las cosas, entre la gente
ociosa, clasista, empoderada, inventada, así es como la materia humana esta
descompuesta e introducida en un embudo de corrupción, jefes van y vienen, pero
no hay algo que rompa el molde, que tumbe lo establecido, no hay luz al final
del túnel.
Fue un día difícil, pues hoy se supo que nos reasignaran, nos darán nuevas
tareas y que no hay salvación para mantenernos en el lugar que estamos, las garantías
son ambiguas, solo espero que el tiempo sea bondadoso y pronto llegue el día de
la jubilación. Solo espero que ese día para reservar mi vuelo, mi habitación de
hotel y despojarme de esta mujer cansada, comenzar a vivir de una manera
generosa e incondicional. Ser una Matilde, dichosa y renovada.
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