Las indirectas.

 

Las bonitas palabras que piensas en silencio son las indirectas que untas en tus dimensiones proyectadas en una realidad insólita, sometida a tus caprichos, a tus berrinches indescriptibles, a tus enojos que mezclas con malas palabras, incomodas emociones que no sabes manejar, son las que te tienden una trampa para seguir de forma hipócrita por un camino empedrado.

Esa indirecta que apuñala lo que es endeble, esas conversaciones grotescas que solicitas se mantengan en privado, esos arranques infantiles que te convierten en un obscuro episodio de aquellas historias que se sostienen en un rincón privilegiado de rabia, discordia y latitudes descompuestas. Pides que las cosas se conduzcan por una razón inquebrantable, quieres que todo se vaya por un ángulo de rigurosa critica, necesitas que haya revuelo y carcajadas de burla, requieres alimentar tus pedazos de maldad con frases célebres llenas de crueldad, es básico que la calamidad sea un requisito para estar en una tremenda disputa de ideas y disgustos, no puedes estar en paz, porque la vida te ha dado pruebas con sufrimiento, desconoces procesar en armonía cada acontecimiento, tus experiencias están insertadas en culpas y resentimientos.

La maravillosa indirecta que decides guardar para mejor ocasión está rondando tus intensos pensamientos, decides marcharte para resignarte en esas noches impregnadas de pesadillas, desapareces de una forma increíble y te pierdes en una hielera, ahí te quedas para seleccionar los dardos envenenados, para comprometerte a que esto no tenga fin, que esto es una guerra sin punto final, te aburres, pero las llamas que están en tu corazón te hacen arder y eres el diablo que no se cansa de perseguir a los que son felices, a los que van superando sus tristezas, a los que son buenos y los que no creen en tu existencia.

Estas construido de un plan repleto de indirectas, estas fascinado por imponer lo que piensas, lo que supones es correcto, lo que ensucia la tragedia que con tanto ímpetu resuena desde que conscientemente vuelves a respirar. No importa lo que le sucede al otro, no te interesa, vives en una vida imperfecta con destellos de felicidad eterna, en un espacio retorcido por comentarios ingenuos, andas por ambientes indecisos, por atmosferas densas, por objetos que rompen todas las plegarias que alguna vez deseaste desde la generosidad, eres un trotamundos inspirado en los malvados, en los desconsiderados, en esos inflados argumentos equivocados, en esas ganas que te han impulsado a abandonar cuando más te necesitan.

Intentas reconocerte desde las olas de incongruencia que golpean tus corazonadas, sabes que tus actitudes son pedantes, que tus susurros son un fuente de improperios, las mentiras te abrazan, la rudeza te suplica le des una oportunidad para volverte un poderoso ingrato, un desfigurado ser de luz, un incesante artífice de provocaciones, un incapacitado para entender que no existe la perfección. Te encierras en esa habitación desordenada para recriminarte que las maldades no son ejecutadas de manera puntual, los soliloquios con una manera de sobreponerte al agobio, quieres dominar lo que esta lejos de tus instancias, buscas la manera de resolver el rompecabezas cuando no sabes que es dar jaque mate.

Las indirectas siguen brotando. La ansiedad ha penetrado en aquellos testimonios que parecían sabios, te vas y bloqueas las conexiones que eran verdaderas, no quieres enfrentar lo que con tus altanerías construiste, ahora quieres huir, pero las indirectas te atan a las irremediables noches de bohemia catastrófica y de amaneceres dudosos, necesitas arrepentirte, pero no hay manera de hacerlo, las indirectas te han convertido en una bruma invisible y desagradable.

Quisieras retroceder el tiempo, pero ahora se han publicado indirectas que son para ti y que con furia las digieres y las aceptas, no puedes dar marcha atrás.

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